martes, 27 de enero de 2009

sicomotor

Evaluación del desarrollo sicomotor
12 Jul
El nacimiento representa para el bebé el inicio de la adaptación al nuevo ambiente que lo rodea. Ese nuevo vínculo que debe establecer se da gracias al desarrollo psicomotriz, pues es la capacidad que le permite desenvolverse en el mundo e ir construyendo a partir de su cuerpo esa nueva personita.
De esta manera, el bebé puede explorar sus posibilidades motrices, creativas y de aprendizaje.
Por esta razón los padres deben saber que, especialmente en los primeros 18 meses de vida, el bebé tiene un crecimiento y desarrollo muy acelerado, por lo cual la estimulación es un aspecto básico para explotar al máximo sus capacidades.
Aunque tradicionalmente encontramos este desarrollo como psicomotriz, para la doctora Doris Valencia Valencia, médica fisiatra infantil de la Universidad Nacional de Colombia, este término ha sido reemplazado por el de desarrollo de las capacidades motoras, cognitivas y de lenguaje, pues en realidad no trata la parte psíquica del bebé. A su vez, estas áreas son las que se evalúan a la hora de identificar trastornos y lesiones en el sistema nervioso de los niños.
Actualmente, explica la doctora Doris Valencia Valencia, en la evaluación del desarrollo del bebé se tienen en cuenta 6 aspectos:
1. Reflejos arcaicos 2. Respuestas de enderezamiento 3. Reacciones de equilibrio 4. Respuestas posturales automáticas 5. Control postural 6. Desarrollo ontogénico
Reflejos arcaicos: son los primeros movimientos que realiza el bebé de manera automática o refleja, permitiendo su adaptación a este nuevo ambiente tan diferente a aquel del vientre materno. A partir de estos movimientos el bebé va desarrollando unos más complejos reforzando la estructura y funcionamiento del sistema nervioso, en proceso de maduración. Es por esto que la persistencia de ciertos reflejos más allá del tiempo establecido es un indicador de lesiones o alteraciones en el sistema nervioso.Los principales reflejos que se tienen en cuenta en la evaluación del desarrollo del niño son: reflejo de succión, prensión palmar, prensión plantar, reflejo de retirada, marcha automática, reflejo de búsqueda y reflejos tónicos.
Respuestas de enderezamiento: son respuestas que permiten evaluar la estabilización del cuerpo y la cabeza del niño con respecto al espacio. Estas respuestas se dan a nivel corporal, cervical, óptico y laberíntico.
Respuestas de equilibrio: de acuerdo con su edad, el pequeño debe desarrollar ciertas capacidades o posiciones: a los 6 meses debe tener una posición supina y prona, a los 8 meses sedente, a los 12 meses cuadrúpeda, a los 15 meses de rodillas y a los 18 meses bípeda.
Respuestas posturales automáticas: son comportamientos que debe tener el niño como respuesta a cambios súbitos de posición o estímulos fuertes. Aquí encontramos reflejos como el de Moro o Landau, reacción positiva de soporte y protectora.
Control postural y respuestas motoras: en este aspecto se debe evaluar el control postural del niño de acuerdo con su edad. De esta manera, las etapas son: sostén cefálico, rolados, control del tronco, posición sedente (capacidad para sentarse), cuadrúpedo, gateo, bípedo y marcha.Un aspecto importante en el sistema postural es lo que se conoce como tono muscular. El tono se refiere a la capacidad de distensión y tensión muscular, que va aumentando en la medida que el bebé interactúa con su entorno. Cuando el bebé nace, el cuerpo del niño está tensionado y no tiene mucha flexibilidad, esta se va logrando a medida que aumenta el tono muscular, que además constituye la base de la postura y la coordinación.Se habla de tono normal cuando hay un ajuste rápido, es decir, cuando el bebé cambia rápidamente de postura según sus necesidades y posibilidades (esto depende de la edad). El tono es, entonces, un indicador de que el desarrollo del bebé está teniendo su curso normal. Si no es así, el pequeño va a manifestar anomalías en el tono. Si, por ejemplo, pone resistencia a los cambios de postura se presenta hipertonía, que significa un retraso adaptativo. De otro lado, si el bebé tiene dificultad de sostener movimientos y posturas se presenta hipotonía, es decir, flacidez o ausencia de resistencia. En ambos casos, es un indicador de algún trastorno del Sistema Nervioso Central.
Desarrollo ontogénico: siguiendo los métodos utilizados por la doctora Doris Valencia Valencia, se aplica el Test de Munich. El test identifica los comportamientos que deben estar presentes en determinadas edades y evaluar a los niños con alto riesgo neurológico.
El desarrollo en el niño ocurre por tres procesos
Maduración: el bebé es un adulto en potencia. Para lograr desarrollar todas sus capacidades requiere de un proceso de maduración de su organismo. En el caso de la psicomotricidad, se habla de maduración en un sentido fisiológico relacionado con el sistema muscular y el sistema nervioso (el cual incluye la maduración cerebral).
Crecimiento: cuando se habla de crecimiento en los niños, se hace en un sentido cuantitativo pues se refiere al aumento de masa corporal de acuerdo con la edad del pequeño.
Aprendizaje: es el permanente cambio en el rendimiento de las actividades que puede realizar el niño.
El desarrollo de las capacidades motoras, cognitivas y del lenguaje en el niño equivalen a la adquisición de habilidades y maduración del sistema nervioso, de manera progresiva hasta aproximadamente los 3 o 4 años. La importancia de una evaluación oportuna y permanente radica en el seguimiento que requiere el niño en caso de presentar alguna anormalidad antes de hacer el diagnóstico. Por esto se recomienda que después del examen postparto, el bebé tenga un control médico mensual, y la participación activa por parte de los padres, tanto en la estimulación al bebé, como en la observación de su conducta.
Es importante que los padres tengan en cuenta que todos los juegos, cantos, caricias que habitualmente recibe el bebé son el mejor estímulo para procurar un buen ambiente en el que el niño pueda desarrollar sus facultades. Así mismo, pueden reforzar aspectos que favorecen su desarrollo como son: una buena nutrición, un buen vínculo madre-hijo, y la estimulación adecuada y oportuna que va de la mano de la buena comunicación con el médico de confianza.

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